Cuando empecé mi transición, que me gritaran guarangadas me hacía sentir más mujer

Todas tenemos una sola vida y la vivimos como mejor nos sale, no hace falta un marco teórico para estar en paz con eso

Hace aproximadamente un año comenzaba mi transición de hombre a mujer, y empezaba a experimentar cosas como el acoso callejero. Una vez que, justamente, estaba yendo a buscar una de mis primeras dosis de hormonas una farmacia por Barracas, decidí caminar desde donde me bajé del tren hasta Constitución para tomar allá el subte. Iba con un vestido muy cortito para mi altura y medias de red. Recuerdo haber llegado al andén decepcionada porque nadie me había gritado nada. Que me gritaran guarangadas por la calle, en aquel entonces, me hacía sentir validada socialmente como mujer.

Pero… ¿qué es ser mujer? ¿Alguien sabe qué es el género? La ley 26.743 define a la identidad de género como la vivencia individual e interna del género tal como cada persona la siente. Ok, se está volviendo circular esto, es lo mismo que no decir nada. ¿Entonces? Veamos otras opciones:

 La versión tradicional es simple: : los nenes tienen pito, las nenas tienen concha y todo lo demás es una aberración de la naturaleza (¿alguien puede por favor pensar en los niños?) La versión actualizada, y la que se sobreentiende de nuestra ley, es que se trata de una construcción sociocultural. Una serie de gestos y demostraciones que nos pondrían en algún rol social. Esta última viene en varios sabores contrastantes: el feminismo radical y su idea del género como pura opresión patriarcal, la teoría queer que lo ve como performatividad, etc. 

Un caso interesante para poner a prueba los puntos más básicos es el de David Reimer, un muchacho nacido en 1965 que fue víctima de una circuncisión mal practicada y quedó con el pene atrofiado. Sus padres no creían que pudiese tener una vida feliz así, y decidieron llevarlo con el Dr. John Money, un sexólogo muy reconocido que creía que el género es una construcción y, como tal, mera imposición. Al ver Money que David venía con un hermano gemelo para hacer de perfecto grupo de control, encontró una oportunidad invaluable para demostrar sus ideas. 

¿Qué recomendó el sexólogo? Practicarle una vaginoplastia al bebé, hormonarlo como a un pollo, criarlo como mujer y estudiar los resultados. El único camino lógico a seguir si sos literalmente un científico psicópata. La pareja consintió a todos los procedimientos, y mantuvieron la charada durante años. Su hijo ahora era su hija, y no debía jamás enterarse de sus orígenes. 

David nunca se adaptó al rol social femenino. Sufrió disforia y depresión desde muy joven; sus compañeros de clase lo llamaban “la mujer de las cavernas”. Money, sin embargo, presentó el caso como un éxito a la comunidad científica, y John/Joanne (el seudónimo de David en sus estudios) sirvió como base para similares torturas a personas intersexuales con genitales ambiguos durante décadas. 

Al ver el sufrimiento de su hijo, los padres de David decidieron decirle la verdad. A los 15, entonces, decidió someterse a una serie de prácticas para recuperar su vida como hombre: inyecciones de testosterona, una mastectomía doble y hasta una faloplastia (reconstrucción quirúrgica del pene). Vivió el resto de su vida como el varón que nació. Se suicidó en 2004.

El experimento fallido de David parece romper por completo con la noción del género como una mera imposición social, reforzando el predeterminismo biológico. Sin embargo, si a alguien (aparte de la gente intersexual) nos resuena su experiencia, es a las personas trans. Nosotras pasamos por casi exactamente lo mismo, solo que al revés: sufrimos disforia y depresión por la idea de género con el que se nos crió de acuerdo a nuestros genitales al nacer, que solo se cura tomando el rol que sentimos nos corresponda. Nuestra vivencia, nuestra comodidad en estos cuerpos modificados, no cabe en un género como determinación biológica. 

Qué es una mujer, qué es el género, son, a fin de cuentas, preguntas filosóficas. El género es un concepto del que podríamos  teorizar y debatir todo lo que queramos sin llegar jamás a una respuesta  definitiva. ¿Qué propongo? Juntar a todos los sociólogos, antropólogos, filósofos, en un solo lugar, desvestirlos y que se disputen su verdadera definición en una batalla campal en el barro. ¿Llegaríamos a una respuesta útil? No, pero me gustan los hombres de las ciencias sociales así que sería lindo de ver. 

La otra opción es comerme unos hongos mágicos, sentarme a meditar mientras mi existencia se derrite entre la infinitud del universo y preguntar a mi fuero más íntimo: ¿me siento como una mujer? Pero, ¿saben qué? No sé qué significa eso, nunca lo voy a saber. Tampoco me importa mucho. 

A ver, sí,  hay momentos en que me siento validada como mujer. Por ejemplo, cuando un chico me deja subir primero al bondi, cuando mi tía Susana pregunta “¿para cuándo el novio?”, o, al principio de mi transición, cuando estaba tan desesperada por un mínimo de validación que buscaba y disfrutaba de los piropos callejeros. Es muy personal, es cambiante, y lo que sea que signifique para vos está bien. 

Todas tenemos una sola vida y la vivimos como mejor nos sale, no hace falta un marco teórico para estar en paz con eso. Si te hace sentir cómoda, lo que sea que estés haciendo es lo correcto, seas un trapito catgirl uwu o una lesbiana chonga con un solo par de jeans. You go, girl! O boy, o lo que sea. 

Este artículo fue acompañado por un video, que ahora me da vergüenza pero acá está:

Por Mon Mon

Este artículo fue publicado en Infobae el 26 de noviembre de 2020 para la Revista Fresca, de la cual fui fundadora y editora junto a Pola Oloixarac, Victoria Liendo y Mercedes Funes.

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